viernes, 30 de marzo de 2012

La noche



Las luces de colores brillaban en mi cara, en las caras de los otros. Gente desconocida y sola que juega a divertirse. Alguien me mira y me sonríe, deseos solapados de amabilidad, cuerpos interrogantes, voces que se confunden sin poder entender nada.


Salgo a la calle para respirar aire fresco, los gatos deambulan por las aceras búscandose la vida, un hombre vomita su tristeza en cualquier parte, los señores de la basura recogen nuestras miserias, y las farolas con las pilas gastadas tiritan de frío.


Fotos: Ana C.


martes, 27 de marzo de 2012

LA SAETA


La Saeta

Por la madrugá voy caminando, llevo mi propia procesión, la que siempre va por dentro. Mi cirio encendido en la noche es mi libreta, esa que tiene fragmentos desordenados. Citas, que no citan al autor. Versos sin terminar, libros soñados, desengaños, heridas abiertas, labios que no se olvidan, dibujos, cuentas de sumas y restas, sensaciones, palabras que me acompañan, siempre.

De un bar pequeño sale el humo de incienso. Entro y pido un carajillo, el primero. Cae de un sorbo, estaba fritico. Fritico de tanto que no entiendo, de lo que no consigo, de lo que persigo. Pago y me voy. 

Abro la libreta y aparece “El tiempo sin tiempo del niño”, del poeta sevillano Luis Cernuda, desde Méjico escribe un poema sobre la Semana Santa: Versos de siete sílabas como los días de la semana, estrofas de cuatro versos como las fases de la Luna. 

Luna llena del Jueves Santo que todavía guardas un reflejo de las lágrimas del que en una Cruz hablaba con su Padre.
Sigo por la acera adornada con cáscaras de pipas y un chicle bazoca, de esos que como lo pises tienes que llevar el zapato a que le echen unas suelas nuevas.

Ya se oye una saeta, la primera, voz ronca, corta como la fugacidad de la vida, desgarrá como la noche; canta Orfeo y canta como llorando. Su voz atrae no sólo a los árboles, animales y cielos. También a los que, con su libreta llena de retazos de aquí y de allí, sueñan con cantar, un día la saeta que los desate y los haga libres.  

Amén.

UNOS DÍAS EN ROMA


Unos días en Roma

Si el mundo es una oportunidad enorme, Roma es una oportunidad única. Porque “en un mundo dificile, una vita intensa, di futuri incerto,  nuestra pícola vita allí, cambia”. Hay que escuchar a Gianni cantando de amor ya no se muere.

Leer a los poetas Virgilio, Horacio, Lucano. Sentados en el césped. Levantando la mirada y tenerla a tu lado, su brisa te hará feliz, es la Roma. Luego el resto de la primavera se encargará de engalanar el aire que respiras de cidras, jazmines, ámbar y el bálsamo de estoraque te dará la estocada definitiva.

En esos momentos si hubiera tenido unos sestercios hubiera comprado un buen aceite virgen extra de la Bética para agarrarme a ese árbol que en silencio aguantan fríos y calores.

Luego me perdí en los Museos Vaticanos, escogí el recorrido más largo a propósito, quería demorar todo lo posible el llegar a la Capilla Sixtina, Miguel Ángel, la Creación,  Juicio Final… Eternidad. Ya estaba avisado de que al entrar se haría un silencio espontáneo, mágico; un silencio 5.1 dolby soundround, envolvente, acogedor, único y que sólo se escucha allí, sólo allí se siente.
Por eso me entretenía admirando cuadros, esculturas, tapices, mosaicos, bordados, incunables, cálices, mesas imposibles, mitología, santos, arquitectura, ventanales, sol, guardias suizos. Sabía que el vagar por aquellas estancias sería limitado y que le estaba quitando tiempo a lo mejor. 

Me fui acercando a una puerta pequeña que daba acceso a la Capilla Sixtina. Al entrar sólo pude fijar la vista en nada, porque caí herido de asombro.
Me senté como pude en un poyete de mármol rojo. Sin recuperarme, a mi lado, sentada, una muchacha italiana hablaba con unas cadencias que tenía los mismos colores de las sibilas. Y su perfume… ¡Cielos, valedme!, allí mismo la hubiera sacado a bailar, una balada infinita, la famosa balada Sixtina.

Cuando cruzaba las piernas, nuestros hombros se rozaban y ese instante todo lo que me rodeaba formaba parte de mí. Me llevé su voz, no la miré cuando estuvimos tanto tiempo sentados, juntos, ni cuando se fue.
Algún día en el arrebato de un poema nuestros hombros volverán a coincidir y entonces sí, la sacaré a bailar la famosa balada Sixtina, y la miraré sin cansarme nunca.
Ya sin ella a mi lado estuve allí, contemplando, que si al principio, casi me daba vergüenza mirar tanto derroche de ingenio, de arte, de amor; ahora lo hacía con descaro. Cada detalle, cada personaje, cada símbolo era mi espejo.

Te saldrá una queja espontánea, el tiempo pasa y te recuerda que hay que volver. Al salir fui bordeando la muralla leonina.
Cogí un taxi para llegar al hotel que estaba en las afueras. A mitad de camino, en una especie de mirador, el taxista para, se baja, enciende un cigarrillo y me invita a contemplar el belísssimo atardecer romano, de pinos mediterráneos con la copa recogida, recién salidos de la peluquería, el cielo ardiendo de velos de seda naranjas y malvas y Roma allí. Y yo con ella.
Terminó su cigarrillo, seguimos. Él tarareaba una música que para mí era la de amor ya no se muere. Yo llevaba entre los dedos un regalo con la palabra ROMA. Y entre los tonos naranjas del sol reflejados en la ventanilla, apareció, de pronto la palabra AMOR , me asusté y empecé a pensar de prisa, cómo, qué, de dónde, quién había puesto, el taxista del atardecer. 

Todo fue más sencillo. Una brisa me peinó el flequillo, moví la mano para repeinarme y se movió el Amor de sitio. Entonces entendí que el reflejo de ROMA en el cristal es AMOR.

Entonces entendí, que un humilde cristal lleno del atardecer, de árboles , de flores, de aire, de vida, de imperios jugó un momento a ser Cupido.

Llegamos al hotel. Le agradecí ese atardecer que nunca olvidaré. A mi grupo les explique que me había perdido en los Museos.
Llega la noche y con ella la seguiriya gitana.
Hasta mañana.

lunes, 19 de marzo de 2012

Encuentros literarios

Me gustan nuestras reuniones mensuales del Taller de Narrativa. Los compañeros juntos, reunidos entorno a una mesa con varios cafés, alguna que otra libreta y nuestros escritos, esos que con tanto esmero y cuidado preparamos para la ocasión.
¿Quién nos iba a decir cuando empezamos el curso, allá por el mes de septiembre, que terminaríamos reuniéndonos cada treinta días al finalizar éste? Entonces creo que casi ninguno teníamos muy claro lo que nos íbamos a encontrar allí. No sabíamos cómo serían las clases, tampoco conocíamos a los profesores ni al resto de los alumnos. Todo era nuevo, al menos para mí, y al final terminé llevándome una grata sorpresa. Fueron meses en los que aprendimos bastante, especialmente unos de otros, algo que me llamó la atención desde el principio y que agradezco enormemente.
Somos tan diferentes  y a la vez tan parecidos… Y es que a todos nos une una misma afición, una motivación que nos incita a escribir, a redactar textos para después compartirlos con el grupo. Cada uno tiene su propio estilo, esa forma de escribir que le caracteriza y diferencia de los demás, que hace que, aunque todos escribamos sobre un mismo tema, los resultados finales sean bien distintos. Creo que esto es algo que nos enriquece y que nos ayuda a conocer diferentes puntos de vista sobre un asunto, en definitiva, distintas maneras de ver y entender la realidad.
Recuerdo que al inicio del taller Isabel nos comentó que todos llevamos sobre los hombros  una mochila cargada de vivencias, experiencias que nos influyen a lo largo de nuestra existencia y que, del mismo modo, se reflejan a la hora de escribir. La familia, los amigos, las alegrías y los fracasos experimentados, nuestra preparación o falta de ella… Son aspectos que, consciente o inconscientemente, dejamos entrever en nuestros textos, que se reflejan con nuestras palabras aun sin haberles dado permiso para ello.
Es por todo esto por lo que pienso que, a pesar de conocernos desde hace poco tiempo, cada vez vamos sabiendo más los unos de los otros y nos entendemos mejor. Además, nuestras reuniones van más allá de la narrativa, puesto que terminamos hablando de los temas más diversos y nunca faltan nuestras risas y ocurrencias. Durante un par de horas, que por cierto se pasan volando, nos sumergimos en la literatura. Es curioso comprobar la expectación que se genera entorno a cada uno de nuestros textos, muchos de ellos con finales sorprendentes, y también la forma de leer de cada uno de nosotros.
No quiero extenderme más, simplemente deciros que me alegro mucho de haberos conocido y que nos vemos el miércoles. Por cierto, que espero que esta unión literaria perdure en el tiempo y que, pase lo que pase, no dejéis nunca de escribir, pues sabéis que tenéis talento de sobra, eso ya os lo digo yo. 

miércoles, 14 de marzo de 2012

Los libros


 Grupo del taller de narrativa.



Hace unos días tuvimos una nueva reunión los del taller de narrativa aunque faltaron algunos, en cambio asistió Mamen, una chica nueva que tiene un libro editado. Lo pasamos realmente bien y nos reímos mucho, creo que es una de las veces que más me  he reído. El tema esta vez trataba sobre los libros y cada uno escribimos lo que pensamos de ellos,  otros comentaron cosas sobre un libro determinado o varios que les gustan.

Abajo, Pedro con una servidora.


Y con José Miguel que es un tío majísimo que además escribe muy bien, abogado para más señas.


En la foto Mamen con su libro. Gracias Mamen por haber estado.



Esta es mi aportación sobre los libros.


Mi relación con los libros es muy duradera y absolutamente fiel desde que muy niña los descubrí y me adentré en ellos como en un tesoro, porque eso es lo que son, "un tesoro" que nos enriquece  la vida. Los libros nos enseñan, nos cuentan, nos llevan a otros lugares sin movernos del sofá, nos emocionan, nos acompañan como nos acompañan los buenos amigos.
Los escritores van acumulando experiencias para luego compartirlas con nosotros a través de las letras, nos hacen también partícipes de su imaginación, nos llevan y nos traen para que nos empapemos de su sabiduría.
Un libro tiene la misión de provocarnos y de motivarnos, de removernos las entrañas y la mente, esa es al menos la idea que tengo yo sobre una buena lectura, pura provocación que nos despierte del letargo intelectual.
Me atrae especialmente la poesía que se usa para tomar partido hasta mancharse como escribía Celaya, también los escritores con la narrativa alzan su voz para denunciar injusticias y para concienciarnos.
Los libros son armas que no matan, que sólo disparan palabras con mensajes y nos zarandean las ideas y los pensamientos.


(Un poemilla al libro).

(Te abro y eres como una ventana que me muestra la vida,
me hablas y te escucho con mis ojos a través de tus letras dormidas.
No importa para ti el tiempo
mientras haya alguien que te tome entre sus manos,
alguien con curiosidad y con sed que quiera empaparse de tu sabiduría.
Nunca pasarás como las modas,
porque eres actualidad siempre,
como lo es el amor, la verdad, la mente.
Estarás siempre vivo porque eres vida,
y tu aroma olerá si alguien lo huele.
Vive, vive eternamente.

martes, 13 de marzo de 2012

Un libro

Un libro

Hay libros que marcan la forma de ver la vida, éste  me trae recuerdos: “ 2002, odisea en el espacio”. Lo compré en Granada. Y Nunca llegué a leerlo. Pero su título capicúa me sigue evocando un ritmo nuevo.
Mes de Abril por la tarde. Me estaba tomando un café sólo y el camarero me hablaba del ruiseñor, a partir de ahora podríamos disfrutar, un año más de su canto. Yo fumaba; mientras, por la ventana entraba el sol esculpiendo en figuras caprichosas el humo del fortuna.
Dejé el libro encima del  mostrador. En esas se acerca una muchacha, mira el libro, me mira, y yo queriendo adelantarme a sus palabras quise ofrecérselo, porque era japonesa, y no sé, me hice la idea de que no hablaba español.
Alargué rápidamente la mano, choqué con la cucharilla de la taza y salió volando hasta aterrizar en sus manos. La atrapó en pleno vuelo.
Salpicó de café, puro expresso, la portada blanca del libro, mientras yo, sin querer alzar mucho la vista, disimulaba secándolo con servilletas. Ella, en perfecto castellano, dijo que no me preocupara, que nunca nadie le había lanzado una cucharilla de café y que se sentía rodeada por el espacio que ocupábamos el libro, el café y yo.  

Mirando a sus ojos la invité a pasear, movió la cabeza, secó la cucharilla con servilletas, la guardó en su bolso y giró buscando la salida. Ese giro lo hizo tan a cámara lenta que vi moverse su silueta entre los rayos del sol y la música y el olor a café y su colonia y un paisaje y una felpa y un no se puede estar mejor.
Sentados en un banco.  Con la Odisea entre los dos, hablamos de la Alhambra, del agua, del Mulhacen, de Pedro Antonio de Alarcón, de las cucharillas de café voladoras y, bueno aquí lo dejo; hasta que lleguemos al mirador de San Nicolás.


sábado, 10 de marzo de 2012

Viaje en el tiempo

Sabía que era un viaje sin retorno. Una vez que entrara por aquella puerta no habría vuelta atrás. Tenía billete de ida, pero no de vuelta. Pocos sabían a donde iba en realidad, de hecho, ni siquiera él estaba seguro de lo que encontraría por el camino, pero la curiosidad le podía y por eso decidió embarcarse en una inquietante aventura.
            Se despidió de sus familiares como si ese día nada fuera a cambiar, aunque él sabía perfectamente que no sería así, aquel instante marcaría el rumbo de su vida y ya nada volvería a ser lo mismo.
            Cuando llegó al edificio, de paredes transparentes y decoración minimalista, un  hombre de proporciones perfectas lo recibió con una gran montaña de papeles que debía leer y firmar. “Es la política de la empresa”, le dijo con voz seria y profunda.
            Al principio estaba solo en una fría habitación que se fue llenando conforme pasaban los minutos, unos minutos que a él se le hacía eternos. En ese momento ya no tenía reloj, la normativa se lo impedía, y no era capaz de adivinar el tiempo que llevaba allí. Tampoco le importaba mucho, lo único que quería era enterarse, por fin, de que le deparaba el futuro. Así lo prometía el anuncio que leyó en el periódico: “Participe en un ambicioso proyecto de investigación que le permitirá conocer el destino. Solo cuatro personas serán las elegidas. Total confidencialidad”.
            Cuando lo llamaron sintió como le temblaban las piernas y empezaron a sudarle las manos. “Siéntese ahí, espere y observe atentamente la pantalla”, escuchó por uno de los altavoces colgados en las esquinas del pequeño habitáculo. Entonces, todo se volvió negro y derepente comenzó una especie de película. El protagonista le resultaba familiar. Enseguida se dio cuenta de que era él con unos cincuenta años más. Estaba hablando con una anciana a la que no lograba reconocer que le contaba cosas sobre su pasado. Al parecer era su esposa y se habían conocido en un viaje que él hizo con sus amigos de la Universidad en el año 2017.
            Los dos iban muy arreglados y observó que se dirigían hacia una iglesia. ¡Eran sus bodas de oro! Se quedó anonadado, jamás pensó que tendría la suerte de encontrar una mujer con la que compartir más de cincuenta años de su vida. Pero eso no era todo, ¿habrían tenido hijos? Se preguntó. Enseguida salió de dudas al ver a una bella mujer que se acercaba acompañada por dos jóvenes. ¡Enhorabuena, papá! Le dijo mientras lo abrazaba. Después vio como también llegaban a felicitarle el chico y la chica que iban con su hija y que resultaron ser sus nietos.
            La curiosidad y la inquietud se apoderaron de él. ¡Tenía tantas cosas que preguntarles a todos! Quería saber cómo había transcurrido su existencia hasta el momento que reflejaba la película ambientada, por así decirlo, en el año 2070 y basada en hechos tan reales como que deseaba levantarse de la silla y atravesar la pantalla para conversar con su familia. No pudo, una especie de cortocircuito hizo que la retransmisión se parara justo en el momento más interesante. La luz se volvió a encender y escuchó por megafonía unas palabras que terminaron con sus esperanzas de conocer cómo continuaba la película de su vida. “Lo sentimos, pero se ha producido un fallo en el experimento y no puede volver al futuro, ahora debe regresar al presente y continuar su andadura hasta llegar de nuevo a 2070”.
            Se levantó un poco mareado, aturdido y confuso. Seguía siendo un joven de veinte años pero ahora tenía la ventaja o el inconveniente de conocer ciertas cosas sobre su futuro. Efectivamente, el viaje emprendido al leer aquel anuncio en la prensa lo había cambiado todo y ya nada volvería a ser lo mismo.

jueves, 8 de marzo de 2012

UN VIAJE AL SOL


El día se presentó como cualquier otro. Ninguna novedad vendría a perturbarlo. El sol se despereza en el horizonte, está lento a estas horas frías de la mañana. No se oyen apenas los cantos de los pájaros, las calles descansan del bullicio de los niños al ir al colegio. Hay una sensación de quietud y silencio que me llaman la atención de manera especial. Al salir de mi casa para recorrer el camino aprendido desde hace años, aparece ante mí una figura, una luz que me dejan desconcertada y sin poderme mover.
            Allí está, cómo un cuadro recién pintado. Por su silueta descubro de quien se trata. Es alguien conocido. Pelo corto y encanecido por los años, gafas rosas, botas y anorak de color… rosa también, pantalón ajustado negro y una gran sonrisa que nunca desaparece de su rostro. Un poco alejada, su madre, sombra invisible que la protege y cuida, que aparece y desaparece sin dejar rastro, cómo perdida entre las sombras de los árboles que las rodean.
Pero ella sigue allí, sola en mitad de la acera. No deja de mirar a un lado y a otro. De pronto, un rayo del sol que por fin se ha decidido a aparecer, la cubre por completo. Da la impresión de que lo estaba esperando. Despacio, pero con energía, levanta sus brazos hacia la luz, eleva todo lo que puede su cabeza, separa las piernas para sentirse más segura sobre la tierra que la protege y entonces… comienza a cantar su himno al sol. Fuerte, muy fuerte, sólo se oye su canto en toda la calle. No se entiende lo que dice, pero sí se percibe su calor, su sentimiento, su alegría. A través de ese pequeño haz de luz, ella realiza su viaje al sol.
            Poco a poco la luz se extiende a todo, no sólo a ella. Baja despacio los brazos, la cabeza y calla. Yo, ya soy capaz de acercarme. Me reconoce y me saluda. Miro de nuevo esa cara por la que la vida no pasa, es ella la que se ha quedado con la vida y descubro un brillo especial en sus ojos, la voz un poco ronca por el esfuerzo de cantar…pero me cuenta que los Reyes Magos le trajeron una guitarra que no es de verdad y que no toca bien, pero una profesora de su colegio le ha dicho que le va a regalar una buena. Está contenta. Le pregunto por su grupo favorito- el Dúo Dinámico me responde. ¿Y la canción?
            Hace cómo si una guitarra estuviera entre sus manos, golpea las cuerdas imaginarias con fuerza, eleva su cabeza buscando mis ojos y me canta: “Resistiré, resistiré… “.
            Su viaje ha sido al sol, el mío hacia el interior de una niña de 50 años.
                                                                                                                             Alicia Hortelano. 7-2-2012.