miércoles, 23 de mayo de 2012

¡Lapoteosis, señores!


¡Lapoteosis! ¡Es lapoteosis!

Como las cometas  son los pensamientos, cuanta más cuerda le demos  mejor y si se nos termina la cuerda, mejor que mejor, que toito lo queremos controlar aunque sea con un hilo. Habrá cosa más bonita que ver una cometa volando libre por encima del mar, bañándose de sol, y olvidando tantas preocupaciones, tantas olas, tantas tirintintin. No podemos dejar de pensar y es que cada vez nos parecemos más al viento.

Se pasa  todo con una soltura que parece el cante de Frasquito Yerbagüena, por eso a la mínima que se presenta hay que pedir una docena de copas muy frías de manzanilla. Es conocido de todo el mundo, que si es buena, apenas roza nuestros labios, lo primero que nos cuenta son las historias del duende. ¡Ay, el duende! ese  es capaz de provocar lo que le dé la gana. Un rasgueo de la guitarra, un cante grande y a los oyentes se les ha volado el alma; o hace que se den un cabezazo contra la pared, porque no aguantas tanta magia. O como le ocurrió a otro. Era tal su entusiasmo que cogió un almohadón del sofá, se lo puso en la cabeza y recorría el salón fuera de sí,  pregonando :  
—¡ ajos frescos! ¡ajos frescos! ¡los mejores!

Efectivamente, son reacciones del duende que rozan el enigma de la Esfinge

Llegado a ese momento hay que sentarse en el poyete del castillo de Santa Catalina, piedra que da confianza. Encender un cigarro , soltar la mirada como una paloma blanca que se para en un tejado de tejas viejas donde aparece la mejor estampa.

Así es la vida. Mientras, la Macarrona, bailando, apasionada como ella sola, no deja de gritar:

—¡Lapoteosis! ¡Señores! ¡Esto es lapoteosis!

martes, 8 de mayo de 2012

Tostadas de ajo.


             Capítulo 1:  Las Tostadas de ajo. .- La muchacha Japonesa


Son cerca de las diez de la mañana y se para en el kiosco una muchacha japonesa, mira los periódicos, me mira a mí, mira las revistas, me vuelve a mirar  me sonríe y me veo en la obligación  de saludarla :
-         ¡ Buenos días, señorita!
-         ¡Buenos!, ¿ a que me puedo sentar?
-         Si claro, siéntese. Y recordemos aquel año del 452, cuando los Hunos invadieron Italia y se quedaron a las puertas de Roma.
-         No recuerdo, perdone.
-         No importa, no importa, pero no es bueno olvidar, porque si no el mundo se va empequeñeciendo, nosotros agigantándonos.
Como la cera es grande, suelo sacar una silla de enea. Al coger la sillas de enea siempre me acuerdo de Piturda, un buen hombre que en su taller hacía las mejores sillas de enea de todo Jaén. Y que un día lo dejó todo para cambiar de vida.
Dentro hay tres más,  y las dejo junto a la puerta; yo no la utilizo porque voy en silla de ruedas.
-         En Jaén mucho calor, me dice.
-         ¡ Vaya!, y cómo viene por aquí en pleno julio.
-         Yo vengo porque he leído libro de Eslava Galán y quiero conocer. Y vengo también a Baeza.
-         Ahhh! Pues entonces ha hecho usted muy bien. El olivo, Baeza, Machado.
Todo se queda en casa. Ya sabe usted que aquí tenemos setenta millones de olivos, con todas sus aceitunas y todo el zumo que dan: aceite de oliva virgen extra. Sólo nombrarlo es evocar la vida. Saborearlo es un privilegio y utilizarlo un arte. Pero fíjese bien en la etiqueta porque si le falta alguna palabra a la frase: aceite de oliva virgen extra, busque otra etiqueta. Hay botellas con unas letras grandes que ponen Aceite de Oliva, y no engañan porque ese aceite proviene de ese árbol mágico. Pero puedo ser de orujo de oliva, el que se extrae del hueso de la aceituna echándole químicas. O de un aceite que no olía bien, o su sabor no era bueno, o su acidez es muy alta…
Cuando compre asegúrese de que el envase tiene la frase completa: Aceite de Oliva Virgen Extra. Y si pone de Jaén, ya no dude de que es el mismo con el que se ungieron reyes y los bollos de los humildes; con el que se alumbraron las lamparillas de los mejores escritores del mundo.
Es un don único. Nunca estaremos lo suficientemente agradecidos. Y encima el aceite virgen extra de la aceituna picual de Jaén aguanta envasada un año sin perder su buen  sabor ni su mejor olor. Aguanta hasta que llegue otra cosecha nueva que le dé el relevo. ¿ Qué le parece?
-         ¿Qué clase de olivo fue el primero de Atenea?
-         Hay más de trescientas variedades. No sé. Pero con  pan, aceite y aceitunas aliñás, qué quieres más.
-         Son otras palabras, lo mismo dice gran poeta japonés del siglo XVII, Basho. Escribía en uno de sus magníficos haiku: “si quieres aprender lo que es un árbol, id al árbol”. Y aquí estoy.
-         No puedo estar más de acuerdo con su paisano, por eso tiene que ir a Arroyo del Ojanco, en el paraje de Fuentebuena, allí hay uno con tronco viejo, brazos grandes, copa circular. Es como una gallina gigante de grandes alas capaz de dar cobijo a un pueblo entero.
Total que nos reíamos , hicimos las presentaciones:
-         Me llamo Pepe, para lo que usted mande.
-         Yo me llamo Sonya.
-         No será usted de la familia de los de Sony.
No me contestó explícitamente, limitándose a sonreír. Yo aquello lo interpreté como un si, pero que no quería presumir. O sea que si . Es lo que dice Bernardo: al que tiene no le hace falta.
Yo hablaba y hablaba. Que si era aficionado al estudio de  la historia local, que si me interesaban las leyendas, los personajes, los lugares, el cielo. En fin lo que se dice un fabricante de pequeñas explicaciones.
-         Y vd. qué.
-         Busco la felicidad.
-         No está mal, pero eso no da mucho dinero (le dije a ver si me aclaraba lo de Sony).
-         No, el dinero lo da la Universidad, soy profesora de matemáticas.
-         ¿de matemáticas?
-         Siii, ¿le gustan las matemáticas?
-         ¡Hombre que si me gustan! (qué iba a decir)
-         Le invito a mi curso que doy en Baeza, en  universidad internacional de Andalucía.
-         No será de ecuaciones y cosas de esas.
-         No, es del increíble número áureo, primera parte. La segunda, sobre las únicas diecisiete formas posibles en que cristalizan los minerales. Es como si al mirar por un caleidoscopio y agitarlo, aparecieran las únicas diecisiete formas posibles. Son formas geométricas que sólo con rayos X se han podido ver y contar. Sin embargo, ya aparecen las diecisiete, en mosaicos de la Alhambra, en sus frisos, zócalos, cenefas.
Y como nos alargábamos:
-         Aquí en sombra corre brisa de aire, se está bien.
-         ¿verdad?, pero ¿habrá que echar un cafelito?, le dije.
-         Habrá que echarlo, si, si.
Como la clientela es casi fija y de confianza, pongo el cartel de que estoy en el bar y la gente me localiza con la mirada mientras me hace el gesto de que me deja el dinero y se llevan el periódico.
La suerte es que el bar de al lado, es lindero a mi localillo, y saca también mesas y sillas.
Ella se levantó y fue retirando las sillas que me estorbaban para llegar con la silla de ruedas  a la mesa que  había elegido, la más cercana a uno de los dos grandes olmos que daban su sombra.
-         ¿qué van a tomar los señores, preguntó D (así llamaban a este muchacho) ?
Al ver a D me acuerdo de la primera conversación que tuvo con Bernardo. El camarero llevaba pocos días contratado y Bernardo fue a tomarse un café. D se dirigió a él sugiriéndole que debía tomar un carajillo y con prisas le preguntó que si se lo ponía. Bernardo, con el temple que sólo da una vida dedicada al campo, apoyado en la barra, se le quedó mirando y le preguntó:
-         Tú, como te llamas.
-         D.
Y mirándolo a los ojos le dijo:
-         Tienes nombre de cabrero.
-         ¿por qué va a ser nombre de cabrero, hombre?
-         Pues porque los cabreros que yo conozco se llaman así.
Y cambiando de postura le dijo que le pusiera un café sólo.
Desde entonces D se ha vuelto más discreto con Bernardo.
A lo que íbamos.
-         ¿Qué van a  tomar los señores?
-         D, para mí lo de siempre.
-         Para mi también.
Al poco, apareció con dos platos de tostadas en su punto, dos cafelitos olorosos de tueste natural , una aceitera con uno de los mejores aceites virgen extra y un platillo blanco con dos ajos frescos ya pelados de las Pedroñeras y un salero.
-         Esto es un clásico en materia de desayunos, ¿sabe?, pero nadie es grande a los ojos de su mayordomo, ni siquiera estas tostadas, este aceite, estos ajos. Nos hemos acostumbrado. Eso sí, por mucha grandeza, hay que ser sobrio, como dice Bernardo en la barra del bar cuando alguien le insiste en tripitir las patatas con ali-oli: sale barata el hambre, caro el empacho.
Cojo uno de los ajos y lo restriego a las tostadas. Le echo el aceite quedando el pan con una pátina color oro viejo; un poco de sal y el aroma es indisimulable, sabor único. Ella hace lo mismo.
Mientras desayunábamos, me explicó su interés en visitar   Jaén y si yo, podría acompañarla. Le dije que me encantaría, pero que mañana, a las diez y media de la mañana estaría en Sevilla.
Con la primera media tostada ya terminada, el ajo creó una atmósfera única, de confianza en el género humano, ecológica, de pueblo, atemporal, cosa fina.  Le recomendé la visita a la Catedral, el barrio de la Magdalena, los baños árabes.
Cerquita está el famoso manantial de agua, donde encontró refugio el lagarto de la Magdalena.
Escalar la calle de la Santísima Trinidad lindera con las faldas del Castillo; acercarse a la Iglesia de San Juan escuchando su campana. Dicen que con un solo toque que se escuche quedará grabado en el alma y le acompañará siempre, pudiendo escucharlo en cualquier lugar y en cualquier momento. Luego descansar en la plaza Rosales aquí estuvo la prisión, donde se cantaron las saetas más sentidas de la Semana Santa al paso de otro Preso cargado con cruz camino de cumplir su sentencia.
Luego pase por el Arco de San Lorenzo, recordando …
-         ¡Perdone! Necesitaría ampliación, una aclaración, una tesis.
-         No me hable de tesis, que la mía la tengo sin terminar.
-         Lo siento.
-         No, perdone usted, Sonya. Creo que el ajo estimula la locuacidad, además me ha hecho tan feliz viéndola comer las tostadas sin importarle el aliento y poder hablar con la libertad que sólo dan los productos naturales. Concretando vaya a la Catedral quedará muy contenta y si luego a comer al Parador Nacional , quedará muy satisfecha.
Alcé la mano y le dije a D que me lo apuntara. En el corto trayecto de regreso al kiosco me decía que hablaba muy deprisa y no entendía:
-           Interrúmpame, mujer, interrúmpame. De todas formas lo entenderá  cuando lo vaya viendo. No se preocupe.
Sonya se ve que es una mujer acostumbrada a pedir lo que necesita, de una forma natural,  no deja pasar las ocasiones. Y con la mayor naturalidad me dijo:
-           Es que quisiera ver y oír esos lugares con usted.
Lo dijo con una voz tan… vamos yo no había oído cosa igual, suave, apenas audible y con un gesto y una mirada escondida entre sus gestos. Que hice como que no la había oído, única solución para no responderle que estaría encantado.
En ese momento me suena el móvil. Es un mensaje de Renfe, de atención a los discapacitados, me confirman que mañana habrá una persona en la estación de Jaén para ayudarme a subir al tren y en la de Sevilla para bajar.
-         Sonya, ¡Es la accesibilidad que ha llegado!.
-         ¿viaja sólo?
-         ¡Si! , ¿y usted?
-         ¡Si!
-         Que casualidad. Todos los años me voy solo a Sevilla, unos días de vacaciones. Me ayuda mucho.
-         Yo también.
-         Pues nada, mujer. Espero que le guste tanto Jaén que no deje de venir, ya sabe dónde me puede encontrar.
Se inclinó un poco, a mí me hizo ilusión devolverle el saludo con una profunda inclinación de cabeza, cuerpo y extremidades. Así nos despedimos en la puerta del kiosco. Su cara era de esperanza y la mía de extrañeza. Nos acabábamos de conocer, compartimos un desayuno, unos ajos, una conversación y parecía que nos conocíamos de siempre. Ahora al separarnos, dolía.