lunes, 25 de febrero de 2013

Lo sabía


Soñador. Feliz, lo que se dice feliz, feliz...

Triste como una canción italiana que se escucha sin ella; cada vez se fue conformando con la mínima cantidad que se despacha.

Nada de triunfos, ni éxitos deslumbrantes, todas esas ilusiones, las utiliza sin remordimientos, para dormir… con ellas.

Ahora un libro que me presta Rocío; una ronda de cafeses entre bohemios literarios, una balada, un cruasán de chocolate…

En la taberna, oí a un hombre llorar, mientras decía:

“me cago en tó lo que he estudiao”.


viernes, 15 de febrero de 2013

Los baños arabes y 'El baño de Alí'

Los Baños Arabes de Jaén volverán abrir al público este viernes,  16 meses después de su cierre por las obras de adecuación integral  del Centro Cultural Palacio de Villardompardo. Se podrán visitar con  un acceso provisional a la espera de la apertura de la totalidad del  edificio que los alberga, junto al Museo de Artes y Costumbres  Populares y el Internacional de Arte Naïf 'Manuel Moral'.
 Noticia completa en  Diario Jaén

A raíz de esta noticia que salió en el Diario Jaén, nuestro compañero Paco Aguilar comentó que bien se merecía un relato. Yo le reté a hacerlo y raudo escribió este relato que sigue  a continuación. Jaén  tambien es un tema para inspirarse. 

 Foto: Ideal

El baño de Alí
Cuando Alí entró en la zona fría, un par de sirvientes se escabulleron con prontitud hacia la zona media o templada; todo estaba dispuesto para que el señor disfrutara de un merecido desahogo. ¿Quién iba a suponer lo que le esperaba en la última sala?
Durante algo más de diez minutos permaneció sólo en la estancia, disfrutando de la fría temperatura que producía el paso del raudal de “El Lagarto” y que provocaba que su fibroso cuerpo se tensara aún más de lo habitual. Pasó a la habitación templada donde lo esperaba su secretario Yusuf, con el que por costumbre intercambiaba opiniones acerca de la vida y gobierno de la ciudad.
Cuando Alí pasó a la cámara cálida, Yusuf le despidió ceremoniosamente, al tiempo que intercambió una significativa mirada con Mohamed, el sirviente que preparaba la ropa del amo. El joven esclavo vaciló antes de realizar su misión; al fin se decidió y mirando a diestra y siniestra, como para asegurarse de su impunidad, cogió unas toallas de la alacena lateral. Hoy le pesaban demasiado.
Alí necesitaba como nunca las fuertes temperaturas de la sala cálida; su conversación con Yusuf, al que había notado muy nervioso, como ocultándole algo, le había inquietado sobremanera. Se acercó a las chimeneas de vapor para recibirlo directamente y al instante saltó la sorpresa.
-¡Mohamed, Yusuf; ayudadme, me muero. Estoy ardiendo vivo! Gritó desencajado el buen señor.
Yusuf no acudió; ya se había marchado y Mohamed estaba inmóvil en el arco de entrada de la habitación, pálido y demacrado; parecía que era él el que moría y no su señor.
-¡No te quedes ahí alelado. Ven y ayúdame! Volvió a gritar al borde de la desesperación Alí.
Mohamed, empapado en sudor y blanco como el nácar cayó desmayado. Llevaba varios días enfermo y había tratado de ocultarlo.
Alí intentó tranquilizarse, al tiempo que meditaba cómo sacar la mano de la maldita chimenea que, al entrar en la sala, había notado atorada.    

martes, 12 de febrero de 2013

El abuelo




Qué triste se ve al abuelo allí sentado, envuelto en pensamientos que guardan el silencio de sus heridas. Le oigo murmurar “mundo embustero” una y otra vez, hasta el atardecer. Observo sus zapatos polvorientos y su mirada desequilibrada. Se balancea lentamente, le duele respirar. Le pregunto por qué el mundo es embustero, responde que la vida es como un botijo vacío. Pero no le entiendo, dice que soy demasiado joven para entender este mísero y ruin país.

A veces el abuelo es diferente. Bebe las natillas en vez de tomarlas con la cuchara. Reímos cuando vemos su bigotito manchado de pegatina amarilla. Él acompaña con su sonrisa nuestras carcajadas. Cuando está de buen humor, hace que todo vaya bien. El mundo de afuera nos parece encantador porque él nos relata historias increíbles. Hay días que nos azota el culo y grita que esta difícil juventud lo matará un día. Pero sé que él me quiere, lo he visto en sus ojos de cuervo negro. Cuando me acurruco en las sábanas, está a mi lado, susurrando una historia y acariciando mi pelo. A mis hermanos apenas les presta la suficiente atención. Conmigo, el abuelo es un niño atrapado que anhela soñar y columpiarse bajo el árbol de la esperanza. Para los demás, el abuelo es el abuelo.

Es noche de luna menguante. A través de la rendija de la ventana se oye susurrar al viento, un silbido que hiela la sangre. El abuelo fija su sucia mirada en los cristales y dice incansablemente que el tiempo ha venido disfrazado de muerte. Me acerco a su flácido brazo y froto mi mejilla contra la tela de su pijama. Él aparta mi cara con un movimiento brusco de su mano, pero no me importa,  el abuelo es el abuelo”.

Al romper el alba, no está en su cama. Encuentro huellas de pisadas sobre el barrio húmedo cuando aprieto la nariz en la ventana. Salgo sin importarme el frío. El abuelo ha dejado un rastro de viejo curioso. Él cielo ha partido en dos el color azul y blanco. Hurgo entre los matorrales, lo busco en la niebla, cada vez se hace más espesa. Me horroriza pensar que se ha perdido, él jamás sale de casa sin excusarse. Debo estar soñando, esto no es real. Cuando despierte de esta pesadilla, el abuelo estará a mi lado, con su olor a jabón y su ademán insolente. La niebla cubre el caserío. Imagino a mis hermanos buscarnos, con sus caritas rojas e hinchadas de llorar. Si el abuelo no aparece, tendré que regresar.

De repente, escucho su voz. Mi corazón parece tan pequeño que apenas puedo sentirlo latir. El abuelo reza fuerte. Corro hacia él apartando la niebla con las manos. Está sentado, con una mirada anestesiada, rodeando sus huesudas y sucias rodillas con sus manos. Me acerco, las hojas muertas de los árboles crujen bajo mis zapatos. Toco su hombro mientras murmuro la misma frase: “mundo embustero, mundo embustero”.
-          
        -Tranquilo, abuelo. Estas a salvo- le digo para tranquilizarle. Le ayudo a levantarse, ambos caminamos como si nos hubiesen arrancado el alma. Tiro de su brazo, el caserío se distingue por fin. El abuelo escruta la mirada hacia el infinito, en su mejilla izquierda hay una herida perforada que no había visto antes.

El abuelo curva su boca en una sonrisa grotesca y me mira con sus ojos negros de demonio.

-         -  Mundo embustero. Tú perteneces al mismo lugar.

El abuelo ha perdido la cabeza, el corazón y la coherencia. Hago el último intento de arrastrarlo hacia nuestro hogar. Al entrar en el caserío, nadie nos recibe. ¿No han notado que el abuelo ha estado ausente horas?
Lo acuesto con cuidado y lo arropo con las mantas. El olor a viejo no ha desaparecido, no podrá desaparecer jamás, es la huella de su existencia. Una vez apagada la luz del desván, bajo las escaleras. En el salón se respira una tensa atmósfera. En la mesa hay bollos calientes, la chimenea lanza su resplandor naranja sobre los rostros silenciosos y preocupados de mis hermanos y mi madre. Me preguntan dónde he estado.

-        -   Con el abuelo- respondo.

Las caritas de mis hermanos se contraen en horror. Mi madre chasquea la lengua, posa su delicada mano en mi hombro y me dice en un susurro que crispa mi piel: Es imposible que hayas estado con el abuelo, murió anoche, ¿no lo recuerdas?

SARA GÓMEZ MARTÍNEZ

lunes, 11 de febrero de 2013

Un cuento



Planteamiento:

Con el fracaso no te puedes tratar, me entiendes.

Nudo:

Claro que lo entiendo; me voy al santo

Desenlace:

La "irgen" como vienes

Por si te llamo de noche


Por si te llamo de noche

Nunca, un momento así podrá repetirse. Iba como loco mientras echaba una ojeada a su vida. Otra noche desvelado,  repasando cada mirada, forma de reír, sus silencios, pulseras de colores, punteo de guitarra flamenca, piropo que te puso colorá.

Si por un bebedizo , Fedra, loca de pasión, se dispuso a seguir un impulso que da la vida, hiere sin lamentos, atravesando las soberbias, montañas y bosques infinitos, y mares del deseo, y del fuego y nieve y hasta entre las espadas de un ejército de enemigos,  tú dónde estás…

Con la cara de espuma, a medio afeitar los males del querer siguen, y los bienes dónde están. La primera vez que te besé, no fue un san Valentín, pero sigo viviendo en un cuatro de febrero.

Disfrazado de soñador, elegante como una banda sonora, por Sevilla anda ahora pregonando que su destino no podrá cumplirse si no estás.

Antes de que el azahar emborrache de aventuras los corazones del que en sus lecturas espera arrancar una página y llevarla en el bolsillo, yo te esperaré.

domingo, 10 de febrero de 2013

Punto y seguido

Fotografia: E. Fernández

      
      Entre el suelo de piedras grandes e irregulares, y una pared con base de columna romana reposa una mujer   de pelo negro peinado  y recogido  en la nuca  por un moño desigual  que despeja  los pliegues de la frente y bajo ella  asoman unas cejas pobladas con  los ojos hundidos y la mirada perdida;  acentúan su expresión severa la rigidez de la mandíbula  y los pómulos salientes   en el rostro que  contrastan  con una   nariz pequeña y unos labios desdeñosos en su perfil.
 
      El sol hace una hendidura entre las sombras del empedrado, pero  aún la tarde no la alcanza y, vive sin tiempo a merced de la vida.

      Viste una camiseta  de manga corta de amplias rayas blancas y fucsias de la que asoma  el brazo derecho y extiende la  palma de la mano  hacia arriba  y la apoya  sobre   una falda larga marrón  con ligeros motivos anaranjados y  al final de la misma,  de un pequeño volante asoman  sus  pies descalzos. Cruza sobre su pecho un bolso en bandolera  de color  crema  con estampados de pequeñas nubes en  el mismo tono y en el mismo lugar de la mano que pide. Pide. En su regazo sujeta a un niño  que muestra su cabeza de pelo corto y oscuro,  vestido de camiseta blanca.  Frente a ellos,  un diminuto pájaro se ha posado en el pavimento  a esperar con ellos igual que un punto y seguido.

lunes, 4 de febrero de 2013

Pillado



Con vuestro permiso tomo prestado el blog para dedicarle esta entrada a José Miguel.
Lo pillé el otro día desde el autobús por el Bulevar y quiero regalarle esta foto aunque se le ve pequeño.



Lo vi también otro día por la Calle Cerón y me dijo que él lo que quiere es ser feliz, y que estaría bien un taller para enseñarnos a ser felices.

Le pregunté que quién sería el profesor o la profesora, pensaba y pienso y lo que pienso lo escribo aquí de forma ocasional, que lo que vale para una persona no vale para otra porque imagino que tendremos conceptos diferentes sobre la felicidad.

De todas formas, le dije: que a una persona sin trabajo, sin casa, o con una enfermedad incurable por poner varios ejemplos es difícil o imposible enseñarla a ser feliz.

En fín José Miguel, aquí tienes tu fotillo.

Besos para todos.