Mirándote al escote, veo claramente que eres griega, romana, andaluza, olivarera. Aceite que sana la herida, la que se abre cada mañana, la que hace buscarse la vida, cuando apenas hay fuerzas para estornudar.
Y así se metió en otro día, paseando por el foro de la Magdalena, los Baños de la Pila el Pato, escuchó la campana de San Juan dando las tantas.
Te despertaré con palabras que sólo se pronuncian con la mirada del que sueña.
Mientras, sabiendo de los conflictos insolubles de la vida, menesteroso, barroco, estoico, cínico, epicúreo… enamorado, seguiré buscándote.
Contradicción que no me deja, viaje a Jordania, empeño de colarme en el cine, acercarse al infinito, reír con tantas ganas.
Cuando no puedo más, subo al Castillo, espero el atardecer, mientras me arranco por bulerías, hasta que las nubes se maquillan con tus colores.
Se hace el silencio, un chochín flamenco se luce y me enseña lo que es cantar a compás, cuando termina le aplaudo, ¡ Bravo, bravo…!
Me consuela respirar entre tanto pino, me relaja soltar todo lo que se puede, de una vez.
Escapando de todo lo que me aleja de ti, voy encontrando lunas nuevas que por un beso, me dejan soñarte una noche más.
Cuando ya sentado en la cama, me quito los zapatos me fijo en los calcetines y te agradezco tantas oportunidades perdidas, tantos chascos que da la vida, tantas metas sin alcanzar, tantos proyectos que en nada quedaron, y poder haber escuchado a un chochín flamenco.