Este trayecto es el momento más esperado de la semana. Apenas
cinco minutos que la transportan de una rutina asumida a una aventura buscada.
Acomodada estratégicamente junto a una de las puertas de
salida del autobús siente como el corazón se le acelera y la respiración se le
entrecorta, como si los pulmones se reservaran para un placer que ya saben
cerca.
Con paso decidido se encamina hacia las dos grandes puertas de
cristal que flanquean la entrada de aquella tienda de barrio elevada a la
enésima potencia que se abren a su paso y como si de un bálsamo se tratara
inhala aquel aire viciado mezcla de fruta fermentada, carne cruda y detergente
que desde pequeña le había fascinado.
Antes de adentrarse en el Centro Comercial echa una rápida,
pero atenta mirada a cualquier posible cambio. La pequeña cafetería a la
entrada, el vendedor de iguales en su caseta, la carnicería de la esquina, el
guarda de seguridad pegando la hebra con la cajera de turno. Todo sigue igual,
pero hay algo que le impide disfrutar de su caminar lento y sosegado, entre
aquella marabunta de carritos abarrotados de zumos, refrescos y demás
gargerías, como ella cariñosamente llama a todo lo que no es comida de verdad.
El calendario marca una fecha que para ella ha pasado a ser un
simple dato estadístico, estado civil: casada. Un evento en su vida que ha
perdido singularidad. Sí, se casó tal día como hoy pero hace tiempo que se
cansó de llevar la cuenta. Antes, cuando los chicos estaban en casa hacía el
esfuerzo de planificar un simulacro de celebración. Ahora que ellos tienen sus
propias fechas que recordar aprovecha para dejarlo pasar. Un escueto feliz
aniversario y un mecánico beso, los restos del naufragio.
Sacude la cabeza y se sumerge entre los estantes de
detergentes a la búsqueda de lo último en quitamanchas, tan milagroso que es
capaz de quitarte las manchas antes de que te caigan en la camisa. Sonríe y se
deja engañar.
2 comentarios:
Los estragos del tiempo y la rutina acaban por borrar hasta las fechas del calendario que antes eran importantes para nosotros.
Un relato triste pero real como la vida misma.
Gracias por tu visita a mi blig.
Saludos.
Hay algunas fechas que nos han sido impuestas por costumbres mercantilistas. Las apariencias también cuentan, aunque sea un poquito. La rutina a veces también es lo que más nos mantiene seguros, pues no hay innovaciones o sobresaltos. Los fines de semana también pueden aburrir, todo depende de la capacidad de incursión que se tenga o de actividades fisicas, culturales y no esclavizantes.
Se puede avanzar en la obtención de placeres sencillos en la rutina diaria. La capacidad de alegrarse, de entusisamarse hay que laborearla cada día y no dejarla al azar, creo. También no nos ha de faltar la fuerza diaria, teniendo la salud con nosotros.
Pasa varios relatos de los que tienes en cartera, cuando puedas.Gracias.
Un saludo.
Cristóbal
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