Ella llegó antes, respiró todos
los recuerdos de una vez, tantos, que
tosió. El balanceo de los chopos, las conversaciones que allí tuvieron, las
rosetas que a puñados cogían de una bolsa grande, la sal entre los dedos, la
lumbre de San Antón, el deseo escrito: “que me quieras como hoy ...”, las mejillas encendidas, la mirada con el
brillo de la hoguera y por fin, entre ascuas, un beso.
Qué clase de magia es el pasado
para presentarse así. Qué tinta imposible fue la que escribió cada gesto de tu
alma, ansias de comprender, lo que aquella mirada mira, con la música de fondo que sólo es
posible escuchar estando cerca del instante en que siempre, todo comienza.
Cuando estemos perdidos en las
palabras que no se escribieron, en los deseos
que se escaparon con el aire sin decir siquiera si volverían a cenar, no
dudemos. Hemos de ir.
No sé lo que tendrá la vida cuando
es capaz de inventar paraísos que caben en una aceituna, en una caricia, en
unas risas. Ahora que hace frío, me refugio en el fracaso, allí nadie suele buscar.
Estaré pensándote sin importarme la colonia que uses. No me hago la idea de que
al mundo le faltara tu forma de pensar, ni tu blusa azul. Mía será la culpa, si
los pimientos rojos se quemaran en el horno.
Sabía que en un cuarto creciente…
de sueños; en una muralla… de besos, se encontrarían los que hace mil años fueron amantes, desde hace justo
ahora media eternidad.
Siempre habrá una Luna flamenca,
sentada al borde del agua de la fuente donde mana el vino dulce de Málaga,
entonces comiendo magdalenas de canela, se escuchará una toná de las que pueden
hacer cambiar el pensamiento más íntimo de una vida; al final hay palabras que
sólo se pueden cantar… con tu voz.
2 comentarios:
Me encanta.
José Miguel:Sencillamente formidable, nostágico y bien escrito.
Así se hace. ...en esa noche de San Antón.
Cristóbal
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