¡Lapoteosis! ¡Es
lapoteosis!
Como las cometas son los pensamientos, cuanta más cuerda le
demos mejor y si se nos termina la
cuerda, mejor que mejor, que toito lo queremos controlar aunque sea con un
hilo. Habrá cosa más bonita que ver una cometa volando libre por encima del
mar, bañándose de sol, y olvidando tantas preocupaciones, tantas olas, tantas
tirintintin. No podemos dejar de pensar y es que cada vez nos parecemos más al
viento.
Se pasa todo con una soltura que parece el cante de
Frasquito Yerbagüena, por eso a la mínima que se presenta hay que pedir una
docena de copas muy frías de manzanilla. Es conocido de todo el mundo, que si
es buena, apenas roza nuestros labios, lo primero que nos cuenta son las
historias del duende. ¡Ay, el duende! ese
es capaz de provocar lo que le dé la gana. Un rasgueo de la guitarra, un
cante grande y a los oyentes se les ha volado el alma; o hace que se den un
cabezazo contra la pared, porque no aguantas tanta magia. O como le ocurrió a
otro. Era tal su entusiasmo que cogió un almohadón del sofá, se lo puso en la
cabeza y recorría el salón fuera de sí,
pregonando :
—¡ ajos frescos! ¡ajos frescos!
¡los mejores!
Efectivamente, son reacciones del
duende que rozan el enigma de la Esfinge
Llegado a ese momento hay que
sentarse en el poyete del castillo de Santa Catalina, piedra que da confianza.
Encender un cigarro , soltar la mirada como una paloma blanca que se para en un
tejado de tejas viejas donde aparece la mejor estampa.
Así es la vida. Mientras, la
Macarrona, bailando, apasionada como ella sola, no deja de gritar:
—¡Lapoteosis! ¡Señores! ¡Esto es
lapoteosis!
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