Capítulo 1: Las Tostadas de ajo. .- La muchacha Japonesa
Son cerca de
las diez de la mañana y se para en el kiosco una muchacha japonesa, mira los
periódicos, me mira a mí, mira las revistas, me vuelve a mirar me sonríe y me veo en la obligación de saludarla :
-
¡ Buenos días, señorita!
-
¡Buenos!, ¿ a que me puedo sentar?
-
Si claro, siéntese. Y recordemos aquel año del
452, cuando los Hunos invadieron Italia y se quedaron a las puertas de Roma.
-
No recuerdo, perdone.
-
No importa, no importa, pero no es bueno
olvidar, porque si no el mundo se va empequeñeciendo, nosotros agigantándonos.
Como la cera
es grande, suelo sacar una silla de enea. Al coger la sillas de enea siempre me
acuerdo de Piturda, un buen hombre que en su taller hacía las mejores sillas de
enea de todo Jaén. Y que un día lo dejó todo para cambiar de vida.
Dentro hay
tres más, y las dejo junto a la puerta;
yo no la utilizo porque voy en silla de ruedas.
-
En Jaén mucho calor, me dice.
-
¡ Vaya!, y cómo viene por aquí en pleno julio.
-
Yo vengo porque he leído libro de Eslava Galán y
quiero conocer. Y vengo también a Baeza.
-
Ahhh! Pues entonces ha hecho usted muy bien. El
olivo, Baeza, Machado.
Todo se queda
en casa. Ya sabe usted que aquí tenemos setenta millones de olivos, con todas
sus aceitunas y todo el zumo que dan: aceite de oliva virgen extra. Sólo nombrarlo
es evocar la vida. Saborearlo es un privilegio y utilizarlo un arte. Pero
fíjese bien en la etiqueta porque si le falta alguna palabra a la frase: aceite
de oliva virgen extra, busque otra etiqueta. Hay botellas con unas letras
grandes que ponen Aceite de Oliva, y no engañan porque ese aceite proviene de
ese árbol mágico. Pero puedo ser de orujo de oliva, el que se extrae del hueso
de la aceituna echándole químicas. O de un aceite que no olía bien, o su sabor
no era bueno, o su acidez es muy alta…
Cuando compre
asegúrese de que el envase tiene la frase completa: Aceite de Oliva Virgen
Extra. Y si pone de Jaén, ya no dude de que es el mismo con el que se ungieron
reyes y los bollos de los humildes; con el que se alumbraron las lamparillas de
los mejores escritores del mundo.
Es un don
único. Nunca estaremos lo suficientemente agradecidos. Y encima el aceite
virgen extra de la aceituna picual de Jaén aguanta envasada un año sin perder
su buen sabor ni su mejor olor. Aguanta
hasta que llegue otra cosecha nueva que le dé el relevo. ¿ Qué le parece?
-
¿Qué clase de olivo fue el primero de Atenea?
-
Hay más de trescientas variedades. No sé. Pero
con pan, aceite y aceitunas aliñás, qué
quieres más.
-
Son otras palabras, lo mismo dice gran poeta
japonés del siglo XVII, Basho. Escribía en uno de sus magníficos haiku: “si
quieres aprender lo que es un árbol, id al árbol”. Y aquí estoy.
-
No puedo estar más de acuerdo con su paisano,
por eso tiene que ir a Arroyo del Ojanco, en el paraje de Fuentebuena, allí hay
uno con tronco viejo, brazos grandes, copa circular. Es como una gallina
gigante de grandes alas capaz de dar cobijo a un pueblo entero.
Total que nos
reíamos , hicimos las presentaciones:
-
Me llamo Pepe, para lo que usted mande.
-
Yo me llamo Sonya.
-
No será usted de la familia de los de Sony.
No me contestó explícitamente,
limitándose a sonreír. Yo aquello lo interpreté como un si, pero que no quería
presumir. O sea que si . Es lo que dice Bernardo: al que tiene no le hace
falta.
Yo hablaba y
hablaba. Que si era aficionado al estudio de
la historia local, que si me interesaban las leyendas, los personajes,
los lugares, el cielo. En fin lo que se dice un fabricante de pequeñas
explicaciones.
-
Y vd. qué.
-
Busco la felicidad.
-
No está mal, pero eso no da mucho dinero (le dije
a ver si me aclaraba lo de Sony).
-
No, el dinero lo da la Universidad, soy
profesora de matemáticas.
-
¿de matemáticas?
-
Siii, ¿le gustan las matemáticas?
-
¡Hombre que si me gustan! (qué iba a decir)
-
Le invito a mi curso que doy en Baeza, en universidad internacional de Andalucía.
-
No será de ecuaciones y cosas de esas.
-
No, es del increíble número áureo, primera
parte. La segunda, sobre las únicas diecisiete formas posibles en que
cristalizan los minerales. Es como si al mirar por un caleidoscopio y agitarlo,
aparecieran las únicas diecisiete formas posibles. Son formas geométricas que
sólo con rayos X se han podido ver y contar. Sin embargo, ya aparecen las
diecisiete, en mosaicos de la Alhambra, en sus frisos, zócalos, cenefas.
Y como nos
alargábamos:
-
Aquí en sombra corre brisa de aire, se está
bien.
-
¿verdad?, pero ¿habrá que echar un cafelito?, le
dije.
-
Habrá que echarlo, si, si.
Como la
clientela es casi fija y de confianza, pongo el cartel de que estoy en el bar y
la gente me localiza con la mirada mientras me hace el gesto de que me deja el
dinero y se llevan el periódico.
La suerte es
que el bar de al lado, es lindero a mi localillo, y saca también mesas y
sillas.
Ella se
levantó y fue retirando las sillas que me estorbaban para llegar con la silla
de ruedas a la mesa que había elegido, la más cercana a uno de los
dos grandes olmos que daban su sombra.
-
¿qué van a tomar los señores, preguntó D (así
llamaban a este muchacho) ?
Al ver a D me acuerdo de la
primera conversación que tuvo con Bernardo. El camarero llevaba pocos días
contratado y Bernardo fue a tomarse un café. D se dirigió a él sugiriéndole que
debía tomar un carajillo y con prisas le preguntó que si se lo ponía. Bernardo,
con el temple que sólo da una vida dedicada al campo, apoyado en la barra, se
le quedó mirando y le preguntó:
-
Tú, como te llamas.
-
D.
Y mirándolo a
los ojos le dijo:
-
Tienes nombre de cabrero.
-
¿por qué va a ser nombre de cabrero, hombre?
-
Pues porque los cabreros que yo conozco se
llaman así.
Y cambiando de
postura le dijo que le pusiera un café sólo.
Desde entonces D se ha vuelto más
discreto con Bernardo.
A lo que íbamos.
-
¿Qué van a
tomar los señores?
-
D, para mí lo de siempre.
-
Para mi también.
Al poco,
apareció con dos platos de tostadas en su punto, dos cafelitos olorosos de
tueste natural , una aceitera con uno de los mejores aceites virgen extra y un
platillo blanco con dos ajos frescos ya pelados de las Pedroñeras y un salero.
-
Esto es un clásico en materia de desayunos,
¿sabe?, pero nadie es grande a los ojos de su mayordomo, ni siquiera estas
tostadas, este aceite, estos ajos. Nos hemos acostumbrado. Eso sí, por mucha
grandeza, hay que ser sobrio, como dice Bernardo en la barra del bar cuando
alguien le insiste en tripitir las patatas con ali-oli: sale barata el hambre,
caro el empacho.
Cojo uno de
los ajos y lo restriego a las tostadas. Le echo el aceite quedando el pan con
una pátina color oro viejo; un poco de sal y el aroma es indisimulable, sabor
único. Ella hace lo mismo.
Mientras
desayunábamos, me explicó su interés en visitar Jaén y si yo, podría acompañarla. Le dije
que me encantaría, pero que mañana, a las diez y media de la mañana estaría en
Sevilla.
Con la primera
media tostada ya terminada, el ajo creó una atmósfera única, de confianza en el
género humano, ecológica, de pueblo, atemporal, cosa fina. Le recomendé la visita a la Catedral, el
barrio de la Magdalena, los baños árabes.
Cerquita está
el famoso manantial de agua, donde encontró refugio el lagarto de la Magdalena.
Escalar la
calle de la Santísima Trinidad lindera con las faldas del Castillo; acercarse a
la Iglesia de San Juan escuchando su campana. Dicen que con un solo toque que
se escuche quedará grabado en el alma y le acompañará siempre, pudiendo
escucharlo en cualquier lugar y en cualquier momento. Luego descansar en la
plaza Rosales aquí estuvo la prisión, donde se cantaron las saetas más sentidas
de la Semana Santa al paso de otro Preso cargado con cruz camino de cumplir su
sentencia.
Luego pase por
el Arco de San Lorenzo, recordando …
-
¡Perdone! Necesitaría ampliación, una
aclaración, una tesis.
-
No me hable de tesis, que la mía la tengo sin
terminar.
-
Lo siento.
-
No, perdone usted, Sonya. Creo que el ajo
estimula la locuacidad, además me ha hecho tan feliz viéndola comer las
tostadas sin importarle el aliento y poder hablar con la libertad que sólo dan
los productos naturales. Concretando vaya a la Catedral quedará muy contenta y
si luego a comer al Parador Nacional , quedará muy satisfecha.
Alcé la mano y
le dije a D que me lo apuntara. En el corto trayecto de regreso al kiosco me
decía que hablaba muy deprisa y no entendía:
-
Interrúmpame, mujer, interrúmpame. De todas
formas lo entenderá cuando lo vaya
viendo. No se preocupe.
Sonya se ve
que es una mujer acostumbrada a pedir lo que necesita, de una forma natural, no deja pasar las ocasiones. Y con la mayor
naturalidad me dijo:
-
Es que quisiera ver y oír esos lugares con
usted.
Lo dijo con una voz tan… vamos yo
no había oído cosa igual, suave, apenas audible y con un gesto y una mirada
escondida entre sus gestos. Que hice como que no la había oído, única solución
para no responderle que estaría encantado.
En ese
momento me suena el móvil. Es un mensaje de Renfe, de atención a los
discapacitados, me confirman que mañana habrá una persona en la estación de
Jaén para ayudarme a subir al tren y en la de Sevilla para bajar.
-
Sonya, ¡Es la accesibilidad que ha llegado!.
-
¿viaja sólo?
-
¡Si! , ¿y usted?
-
¡Si!
-
Que casualidad. Todos los años me voy solo a
Sevilla, unos días de vacaciones. Me ayuda mucho.
-
Yo también.
-
Pues nada, mujer. Espero que le guste tanto Jaén
que no deje de venir, ya sabe dónde me puede encontrar.
Se inclinó un
poco, a mí me hizo ilusión devolverle el saludo con una profunda inclinación de
cabeza, cuerpo y extremidades. Así nos despedimos en la puerta del kiosco. Su
cara era de esperanza y la mía de extrañeza. Nos acabábamos de conocer,
compartimos un desayuno, unos ajos, una conversación y parecía que nos
conocíamos de siempre. Ahora al separarnos, dolía.
2 comentarios:
Es lo que tienen los productos naturales 100%, que crean un ambiente de lo más familiar, sobre todo el ajo... jeje.
No habia leido el relato hasta hoy y bueno Jose Miguel me ha parecido un maravilla, todo, todo, la historia, como vas encanjando cada rincón, cada producto de la tierra, la forma de hablar, esos giros... y entre tando la ternura del instante de Sonya la de Soni y este kiosquero tan encantador. Desde luego sigo pensando lo mismo que el otro día, este texto da para mucho, muchísimo.
Un abrazo.
Publicar un comentario