domingo, 17 de junio de 2012

La Loli


La Loli.

El quiosco de Pepe es el lugar donde confluye todo el barrio, porque  los clientes aprovechando que van a comprar el periódico o el tabaco, le suelen hacer alguna que otra pregunta sobre leyes, ya que Pepe es abogado y gustoso les informa y aconseja sobre lo que les preocupa a cambio de unas cervecillas y unas tapas en "el quitahambre". Entre el quiosco y el bar regentado por Matías, un tipo calvo y barrigón, transcurre la vida de los vecinos.
El letrado pensó en abrir un despacho matrimonialista, pero con la crisis que tenemos encima, las parejas prefieren seguir tirándose los platos a la cabeza,  porque parece que les sale más barato ir comprando vajillas en el Carrefour que firmar unos papeles que les cuestan un ojo de la cara a cada uno de los cónyuges.

Pepe es el primero que abre el chiringuito casi al amanecer, justo cuando llega "La Loli", despintada ya del trasiego nocturno, cansada y triste como una muñeca rota a cambio de unos pocos billetes en el bolsillo. Ella trabaja en el mundo de la noche y no se plantea si está bien o mal, porque su estómago no sabe de decencias.


Saluda al quiosquero-abogado y compra chicles de menta, intercambian unas palabras, una sonrisa, y se dirige al bar a desayunar la media tostada de mantequilla y el cola-cao  que cada día le prepara Matías sin cobrarle ni una chica, le ha cogido cariño y quiere ayudarla en lo que pueda.
Después la Loli se va a la cama, esta vez sola a dormir para recuperar energías. Cuando llegó al barrio todos la miraban con recelo y de reojo, cuchicheaban las marujas a su paso, "es puta", y hoy un año  después sigue siendo puta, una puta casi niña que malvive en este mundo que le dejaron en herencia y que no sabe que hacer en él. Poco a poco se fue ganando el aprecio de sus vecinos y ahora es una más entre ellos, saben de sus circunstancias y se han solidarizado con ella.
¿Cómo va el trabajo Loli? le suelen preguntar, regular tirando a mal, porque primero hay que comer y un polvo puede esperar, el hambre no, esta noche sólo 40 euros.

Lucas el pescadero es otro habitual del quiosco, todos los días compra un fortuna y el País, comentan alguna noticia sobre la crisis, hablan de fútbol...bueno Pepe, a ver como se nos da el día que la cosa está más negra que el sobaco de un mono. Y así van pasando los clientes casi de uno en uno, la abuela que le compra chuches a sus nietos, la señora que colecciona las revistillas de punto de cruz...
El barrio, el parque y la arboleda donde las mamás llevan a los niños por la tarde, los comercios, son testigos mudos del devenir de todas las personas que allí viven y de sus latidos, un barrio como todos los barrios, testigo mudo también de la lucha individual de cada uno, escenificada en un marco cotidiano donde los dolores se unifican por el cariño para que resulten más llevaderos.

Ante tanta normalidad, los días se suceden con la sensación de que nada puede cambiar, pero a veces la vida nos da sorpresas buenas o malas para que salgamos de la rutina y de la aburrida línea recta.
Esta mañana al llegar la Loli a su portal después de comprar los chicles de menta y meterse entre pecho y espalda la tostada y el cola-cao en "el quitahambre", se encuentra de sopetón con una mujer morena que la mira fijamente. Aparenta alrededor de cuarenta años, pero es como un espejo donde se ve a sí misma.
Sin poder articular palabra, se traga el chicle y los ojos se le inundan de lágrimas.

Foto: Ana C. Desde el balcón de "nocheinfinita".

1 comentario:

San dijo...

Dura vida la de esta Loli, cruel forma de llenar la cartera, ver su reflejo en el espejo la destroza, los años y esa vida pasan factura.
Un personaje entrañable Ana.
Un besote.