lunes, 22 de abril de 2013

Lady Jane

No habría culpas que compartir. Son mías y las que no también. 

Pasea con la mirada puesta en la vida. Tantos meses de frío y ahora, la sonrisa de la primavera le desnudó. 

Se queda sin sus pantalones de pana, el polar azul, los guantes, los calcetines gordos y le cambian la hora. 

En la cuesta de las Carmelitas, había tal derroche de azahar que al respirar se hizo naranja. 

Sus pensamientos eran ya zumo con su vitamina C y su fibra natural, tan necesaria que no sabemos lo que tenemos. 

Pensamientos entrelazados, música romántica, paseo por las estrellas, conversación en la noche, reflejos de pasión y miedo del que no sabe por qué ama y escribe y canta.

Rutina al ritmo de pequeños sorbos de desilusiones, salida nula, canción que aproxima los labios al vaso de vodka acaramelado. 

Parado frente a un árbol bellísimo de la Alameda, entró en éxtasis. No sabe cuánto tiempo pasó (nosotros, si. Veinte dos segundos) Las hojas fusia, parecían querer regalarle la respuesta… pero dió tantas… Pensaba que era una. Lloró como un geranio. 

Seguiría buscando, amando en un cante flamenco los reflejos de su amada.

Ahí lo tenéis, la camisa entre abierta, mirando por la ventana, jugando con el boli, escribiendo en su libreta, lo que desde esta mesa parece un poema: “ Hoy pídeme todo y me parecerá poco, … “ 

Luego quiso vender al camarero, otra vez, su escritura a cambio del café y media. No pudo ser. Mañana, quién sabe si valdrá por lo menos un desayuno.

Sacó de su bolsillo el euro cincuenta, pagó mientras con una sonrisa que no llegaba a serla, le repetía lo de siempre. Manolo, sales perdiendo.

Ya en la calle, en sus auriculares escuchó Lady Jane, de los Rolling. 


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