viernes, 11 de enero de 2013

Las cosas que no te dije




Aquellas cosas que no te dije se las llevó la primavera del ochenta y siete. Lo primero que pensé al llegar a la ciudad fue si te encontraría entre aquellos puestos de libros; pequeñas bibliotecas circulantes que mostraban un generoso repertorio de incunables, manuscritos y libros ambiguos. Paseé con la esperanza de verte, dando por testigo al destino, pues de un modo u otro siempre nos había regalado la casualidad de chocarnos. Fue en una de esas bibliotecas circulantes, donde te conocí. Siempre acababas apareciendo, como un furtivo relámpago. Me pareciste enigmático, inalcanzable y lejano. Con tu bigotito fino y el hoyuelo en tu barbilla.

Aquellas cosas que nunca te dije las grabé en una cámara que encontré en una tienda de antigüedades. Como el amor empezaba a deteriorarse dentro de mí, pensé que grabando mis angustias y temores sobre nuestra difícil relación, era más probable que las palabras y gestos fluyesen con naturalidad. Encogida en el asiento descosido por la manía tuya de arañar la funda del sillón, planifiqué todo lo que te narraría, comenzando por el principio hasta el final. Después de vomitar las palabras que nunca me atreví a decirte, me quedé ausente y vacía de dolor, repantigada en aquel sillón, preguntándome si algún día, comprenderías la razón de mi partida. Lo que me llevé contigo fue tu mirada, la hermosa dilatación de tus pupilas cuando contemplabas mis labios entreabiertos. Sabes que te quería con todo mi corazón y que nunca pretendí herirte. Mi error fue buscarte constantemente, encogiéndome como una chiquilla asustada cuando no sabía hacia dónde habías ido. Perdóname si te amé demasiado, por todas esas lágrimas que derramé en tus brazos cuando creía que la vida me abandonaría. Porque eras mi vida entera, y lo que me ayudaba a avanzar. Las cosas que no te dije fueron las que debería haberte dedicado durante aquellos días venideros. Siendo esclavos de la rutina, enfrentando nuestro demacrado rostro en los espejos de nuestro hogar. Debería haberte dicho que dentro de mí siempre había estado ella, la mujer que ansiabas conocer.

Las cosas que nunca te dije y podrían habernos salvado de reproches, te las regala otra mujer que no soy yo. 

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