martes, 27 de diciembre de 2011

Por qué escribo


No sé como ocurrió esta aventura de escribir, sé que antes de que las palabras se sujetasen a mi caligrafía en el papel, las palabras viajaron a modo de cuentos a través de la voz de mi abuelo hasta mis oídos.

Cuentos con los que imaginaba un mundo de fantasía y que quedaron en mi interior como una semilla que germina igual a una planta. Pero hasta que no aprendí a leer y a escribir, no pude materializar mis sueños. Recuerdo que siempre atesoraba un cuaderno y un lápiz entre las manos, y con aquellos objetos me sentía protegida, tanto que, a cualquier contratiempo que sucediera los aprisionaba contra mi pecho. Aquellos cuadernos que confeccionaba con papel de estraza y grapadora, me permitieron dibujar princesas sin diadema y contar historias que me quitaban la angustia.
Con los años y el acné sobre mi cara, cambié las princesas por historias de amor, y los cuentos por versos tristes que enraizaba en interminables libretas de cuadritos. Emborronaba con tinta de bolígrafo el desengaño, el desamor y todos los sentimientos que por entonces afloraban en mi habitación. Mi cuarto, en muchas ocasiones se convirtió en celda de castigo y fue allí donde las palabras se bañaban con mis lágrimas, pero también allí afilaba mi lápiz y ensartaba el miedo para que las palabras brotaran de mi boca.
Hubo una época en la que me aferré a las palabras como el único puerto de un barco que hacía aguas, e incluso a punto de irse a la deriva. Fueron noches de insomnio, las cuales el sueño no se dejaba querer, y las busqué a conciencia para trazarme un camino. Otras veces eran ellas las que reclamaban mi atención; las presentía dentro y deseaban salir en forma de versos o frases sueltas que más tarde formarían cadenas de palabras junto a mis folios.
Con el tiempo mi necesidad de escribir se debía a querer reconciliarme con mi vida, igual mi vida estaba llena de historias que pasaron muy deprisa por mi lado y casi sin darme cuenta deseaba volver a recordarlas y que las palabras me dijeran como fue. Las historias eran piezas de un puzle que no acertaba a encajar, de alguna manera, escribirlas le daban forma, la forma para entender cómo sucedieron algunas acciones que andaban inconexas e incompresibles en mi memoria.
Después de mantener una relación de amor y odio con las palabras, ahora sostenemos una relación intima, ellas me dejan transmitir mis sentimientos y emociones y yo las ayudo a imaginar o a soñar por otras sendas de la vida.

4 comentarios:

San dijo...

Una tarde de ilusiones compartidas, esa pregunta ¿porque escribo? desgranandose poco a poco. Todos escuchando tus porques y todos aplaudiendo al final.
Un bravo Encarni.

mariajesusparadela dijo...

Enhorabuena. Ahora os seguiré en este lugar común.

Cristina Piñar dijo...

¡Hola a todos! Yo ya tengo blog también ¡menudo peligro! jajajaja. Un beso.

Encarni dijo...

Yo también pasé una tarde estupenda con tod@s l@s compañeros y compañeras. Ahora id colgando vuestras aportaciones cuando podáis, y que el blog tenga vidilla, la que le demos nosotr@s.