lunes, 30 de julio de 2012

!AY QUÉ OLOR TAN RICO!

¡AY QUÉ OLOR TAN RICO!
¡Ay qué olor tan rico! La frase resonó en sus oídos llena de música. El olor a bizcocho recién hecho impregnó toda la vivienda, dándole un aroma a bienvenida, a reunión de amigos alrededor de la mesa, a desayuno de familia, a hogar acogedor.
            El eco de la voz varonil seguía resonando en su cabeza. Hacía varios meses que no se ponía a cocinar. La última vez que lo hizo, al escuchar su voz, salió huyendo de la casa. Ahora se reía de ella misma, de su cobardía, de no haber entendido nada en aquella ocasión. Su risa se unió a las lagrimas que se deslizaban despacio por sus mejillas, haciendo con las dos  una metáfora de la vida. Llorar, reír. Sollozar, sonreír. Odiar, amar. Vivir, morir. Alternancia entre lo soñado y la realidad, entre sus anhelos y sus conquistas, entre sus sueños y la dificultad de vivir.
            Ella era…como su bizcocho. Amasada con los ingredientes de su existencia, para luego dejarse comer. Y poder escuchar esa frase que contenía toda la ternura, todo el amor, todo lo que le hacía sentirse viva, en la voz de aquel a quien amaba: ¡Ay qué olor tan rico! Por él había cocinado hoy, por él estaba poniendo en la mesa dos tazas, dos cucharillas, el café, la leche, la sacarina, dos platos, dos servilletas, dos sillas y su bizcocho.
            Se sentó ante la silla vacía. Cortó un trozo de bizcocho y comenzó a paladearlo. No ocurrió nada. El silencio seguía inundando toda la casa. Triste y decepcionada, decidió acostarse. Apagó la luz. Cerró los ojos y quiso convencerse de que su mente le había vuelto a jugar una mala pasada.
            Sintió su corazón quebrarse por el dolor. Unos pasos familiares la pusieron en alerta de nuevo. No había nadie en el piso aparte de ella. Se levantó y se fue hacia el salón. Mientras abría despacio la puerta, su mente le recordaba que cuando uno se muere, no vuelve y menos para alabar su bizcocho. No la escuchó. Y allí, encima de la mesa, descubrió un trozo de bizcocho delante de la silla que ella le había preparado.
                                                                   

5 comentarios:

San dijo...

Cuando se van no vuelven, solo el recuerdo mantiene intacto los instantes vividos, los olores, los sabores, los sonidos. Que bien lo has contado.
Ay que olor tan rico, ha dejado tu bizcocho-
Besos mi Alis

mariajesusparadela dijo...

Yo creo que, si después de muerta me huele a tarta de mi hermana, vuelvo al banquete...

Fabián Madrid dijo...

Buen final, ahora si.Besos

Encarni dijo...

Un olor muy rico que describe cualquier silencio, con eso basta para recordar de forma dulce.

Un abrazo, Alicia.

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