domingo, 11 de noviembre de 2012

Otra vez será.


No tenía que hacerlo, ni demostrar nada. Compró un gel tan aromático, tan lleno de fragancias, colores, mundos y música que, cuando salió de la ducha, todas las habitaciones aspiraban con los ojillos cerrados y cara de satisfacción aquel efluvio mañanero.
Ya en la cocina, frente a frente con el café, cogió la cucharilla y dejó un pensamiento, recordó su risa y  se le quemó la tostada. Por la radio no paraban de salir noticias, en la calle los colegiales iban a lo suyo, Lorena dice Fran que te quiere.   Dí que no, que se lo ha inventado este…
Tener un mundo tan inmenso que nunca conoceré, años que me han enseñado a esperar el paso de un cometa que dé la señal,  por no estar contigo escribo. Porque si no, los valles no tendrían bastante hierba para bailar, ni habría rincón que no disfrutáramos, ni vino de ribera, no. Y en el eco de las Cuevas de las Maravillas me arrancaría por bulerías para que tú bailaras, convirtiendo cada movimiento de tus brazos en arabescos imposibles.
Cómo voy a escribir un cuento, ojalá pudiera. Mientras tendré que seguir imaginando el viento de Tarifa,  ir ahorrando palabras, para que no sobre ninguna, siempre me falta una, no para de buscarla.  
Cuando ya parece que vas conociendo el camino, no deja de sorprenderte. Y así seremos como el gotelé de unas paredes, que esconden relieves mágicos y mensajes en su idioma gotelero,  cuando lo conozcas podrás leer las historias que convierten el veneno en antídoto.
Habrá un momento con música celta incluido, cobijados en la Torre del Homenaje, ahí recitaremos cada uno como en sorbos cortos la esencia de lo que aquí no acierto a decir. Otra vez será.

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