sábado, 3 de noviembre de 2012

Y de naranja eran sus besos



Ella era inteligente porque no buscaba  serlo ni le importaba no parecerlo, el rasgueo de guitarra flamenca la llenaba de sabiduría y sin prisas ansiaba en  sus lecturas, palabras que dejaran en todo su ser  un leve contacto con las cimas más altas en pleno atardecer, nubes transidas por los últimos rayos rojos pompeyanos del sol que se va, estrellas  que poco a poco vendrían para jugar dándose la mano.

Ella era imaginativa porque hace que la realidad sea el mejor sitio para vivir, para hablar, para quedar. Estar sentados, desenredando los hilos de la vida que a veces se anudan y no dejan.

Ruidosa cuando es feliz sin poder remediarlo ni contenerse en su hablar, esté donde esté, como cuando en plena conferencia no paraba de contarme la conversación de un señor mayor, delgado y con ojos vivarachos que  iba contando que esa mañana su mujer le reprochó un , anoche te dejaste la tele puesta … pues no te puedo decir, fue su respuesta. La única que le valía. Pues no te puedo decir, qué te parece.

Ella pisaba fuerte, cuando llegó a la altura de alguien que estaba sentada en el escalón de una caja de ahorros pidiendo, le dio sus zapatos. Ahora descalza, su figura se hizo tan hermosa que no habría modelo que pudiera igualar su caminar.

Y de naranja eran sus besos.

1 comentario:

Encarni dijo...

José Miguel, ultimamente te prodigas con la prosa poética. El texto debía de comenzar con el pie forzado de la primera frase, pero dentro de tu libertad has elegido dividir la frase y convertirla en un relato, que te ha quedado bien, pero haber si me haces un cuento.

Un abrazo.
(Esperamos verte pronto)