martes, 30 de octubre de 2012

El serpientes




El “Serpientes” tenía 11 años. Su divertimento era asustar a sus amigos. Presumía metiendo culebras por su faldón y sacándolas por su manga: brillaban sus ojos frunciendo el ceño.
Siempre estaba dispuesto a salir con su padre. Un día de invierno le requirió para talar higueras. Arrancó el motosierra. Había próximo un muro derruido sujeto por un alambre que obstaculizaba el trabajo. Por ello soltó la máquina en el suelo, para retirarlo. Al instante el niño saltó y empuñó la máquina. Apretó el gatillo con tal suerte que la pala dio contra el alambre y rebotó. El padre voló para quitársela. La cortante cadena se paró. De la frente brotó la sangre y rápido le aplicó su pañuelo.
El pequeño reconoció su imprudencia y le dijo que apenas dolía. Echó mano al teléfono y marcó 061. Una muchacha le contestó: “Siéntelo, apriétele fuerte la herida y cúbralo”. Nueve minutos tardó la ambulancia. La sangre no fluía. Era necesario llevarlo al hospital. El niño haciéndose el remolón intentó atrapar a un gato que jugueteaba.
En quince minutos ingresó y un médico resuelto dijo: “La herida no es grave, el hueso está intacto. Te coseré sin dolerte”. El niño miraba sorprendido al que le auguraba tanto bien.
-Prométeme no jugar más con esa ruidosa máquina.
-Sí, se lo prometo - respondió al instante-, pero vi a una rata meterse ...
La resonancia obtenida mostraba un pequeño hematoma interior.
A los cinco días de estar ingresado le dieron el alta: la herida estaba cerrada pero al descubierto. En el ascensor daba saltos de alegría. Una mujer y su niñita se subieron. Miró a esta con cara satisfecha, mostrándole su curada frente y frunciendo el entrecejo, abriendo y cerrando los ojos de forma intermitente. La niña, espantada, observó aquella cicatriz: era como una viborita reluciente que se adentraba, presurosa, por la cabellera del curioso personaje.
(29 Octubre 2012)

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