martes, 16 de octubre de 2012

Escribiendo la vida




Foto: Ana C.


ESCRIBIENDO LA VIDA.

 
Un hombre de 60 años con marcadas arrugas en la cara, quemado por el sol, quemado también por la vida, bastante cansado ya de las duras labores del campo, escribe sentado a la puerta de su casa en una libreta con las hojas a rayas. Escribe así para que sus torpes palabras no vayan cojas en el papel, las rayas son la guía de cada letra.

Recién acabado agosto, planifica el trabajo que tiene por delante, sabe que a finales de verano tiene que ahuecar la tierra hasta cierta profundidad, pero tiene el arado un tanto viejo, casi como él, y tendrá que emplearse a fondo hasta conseguir su pleno rendimiento. La siembra es en otoño, por eso va a notando las palabras arar, sembrar, escardar las malas hierbas...y aquí se queda pensando en aquella mala hierba que fue la mujer que quiso hace muchos años, una mala hierba que arrancó de cuajo de su corazón como quien arranca una espina que está molestando demasiado. Cuando ella le dejó, supo que era lo mejor que podría haber pasado. Entre letra y letra, le asalta la voz que no olvida  y que le impide a ratos seguir con sus anotaciones. Arrancó la hierba pero quedó el dolor.
Luego en primavera cuando llegue la hora de la siega, todo le parecerá  mejor,  porque su luz difumina las tristezas y las flores le alegran los días.

De repente escucha el ring del teléfono dentro de la casa, se levanta con cierto nerviosismo ante la llamada. Un voz al otro lado le saluda : Buenas tardes suegro, acaba usted de ser abuelo, su hija y su nieta están deseando verle.
Antes de salir hacia el Hospital Materno Infantil, una ducha rápida, un  recuerdo para la mala hierba  y un "tú te lo has perdido". 

3 comentarios:

Montserrat Sala dijo...

Muy bien resuelto el ejercicio, Ana.
Una historia entrañable y posiblemente real. O por lo menos en tu imaginación la has hecho creible que es a fin de cuentas lo que importa en literatura.

Un abrazo

chus dijo...

MUY BIEN REDACTADO. UN ABRAZO

Encarni dijo...

Nena es que cuando te pones, te pones y este relato te salió redondo.

Un abrazo, guapa.