domingo, 7 de octubre de 2012

Por qué ...


¿Por qué le llaman así cuando no tiene nombre? Sólo el aire conoce su expresión, tiembla como sábana de hilo fino, de ese que tienen los hoteles buenos, aromas de suavizante que estremece como el que torea su pena pa que no lo coja…

En el silencio de la madrugá, reclinado en su sillón de orejas, una manzanilla entre las manos y la mirada perdida en una soleá. Así le gustaba repetir su nombre, recordar sus manos, las risas.

Abrazados, noches enteras, sin dormir, encendiendo cada minuto con el siguiente, como los cigarrillos cuando no hay mistos. Cómo recordaba cuando querías encenderlos con el calor de una bombilla.

En la penumbra de un farol, apareció una gallina suelta. Y te faltó tiempo para buscar el significado. A partir de ahora, el mundo entero hablaría  de amor en francés. Bailaría sevillanas en mitad de las plazas,  y quedaría herido por la locura de un beso.

Cada Luna creciente, cuando apenas se asoma su perfil, me gusta mirarte. Y preso, cargado de cadenas que la vida te va poniendo, subo al Castillo de Santa Catalina, desde su cruz, con todas mis inseguridades y todos mis miedos, con la brisa abrazándome, los olivares entrelazados, y Jabalcuz mirándome, me gusta leerte mis poesías llenas de eso que no tiene nombre.

Que nada es más grande que el mirarme en tus ojos cada mañana.


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