miércoles, 31 de octubre de 2012

Sangre y fuego






Disfrutaba con el sonido metálico y se sentía el amo del mundo cuando apretando su empuñadura salía con ella a lomos de su caballo con la intención de ganar siempre las contiendas que a veces eran más necesarias para su honor que para su riqueza. Poseía muchas tierras, pero su ego era vital para él.

Cuando la sangre enemiga la teñía de rojo en la lucha cuerpo a cuerpo se sentía mucho más poderoso e incluso reía a carcajadas mientras escupía sobre el cuerpo yacente. Tal era su ambición y su crueldad.

Rodrigo, Caballero de la nobleza, se había ganado a pulso el apodo de "el sanguinario", porque nunca veía saciada su sed de venganza con su espada como compañera, una espada larga con mucha capacidad de corte y de empuje, una espada que acariciaba por las noches mientras la limpiaba como se acaricia  el cuerpo de una mujer, incluso le hablaba en voz baja mirándola con una adoración desmedida.

Borracho de muertes ajenas, el arma de acero templado le templaba el alma, y un día al contemplarla junto al fuego de la chimenea se dio cuenta de que brillaba todavía más, por lo que decidió llamarla "La Espada de Fuego".


1 comentario:

San dijo...

Y así copmenzaba aquel libro de caballería que Ana habia imaginado, fuego en la espada de un sanguirario guerrero.
Divertida tarde pasamos Ana.
Un abrazo.